¡Qué locura! Pensé que pescar era cosa de suerte… hasta que descubrí que el mar te habla en pausas. No ganas con redes ni con presupuestos: ganas con silencio. Mi caña de $0.5 fue mi terapia. El verdadero premio? No es el pez… es la tranquilidad mientras el sol se despierta. ¡Y sí, ahora soy maestro del océano… y mi única arma? La paciencia. ¿Tú también has dejado tu billetera seca? ¡Pues yo sigo pescando… por amor al ritmo!

¡Por fin entendí que la pesca no era para ganar… sino para esperar! Nadie lleva redes ni estadísticas; yo llevo una taza de café y el ritmo de la marea. ¿Ganaste? No. ¿Te acordaste del silencio? Sí. Aquí la soledad no es tristeza… es un ritual con salsa y olor a salitre. ¡Quién dijo que las jugadas necesitan premios? Yo solo necesito una tirada… y un silencio que susurra.

¿Y tú? ¿Cuándo fue tu última jugada un café en vez de un pez?