Después de 17 intentos fallidos por capturar la 'captura dorada', dejé de perseguir victorias y aprendí que la alegría está en el ritmo, no en los premios. La pesca digital se convirtió en arte: respirar con las olas, no con el marcador.

Tras perder mi décimo séptimo intento de pesca en un océano digital, descubrí que la alegría no está en ganar, sino en respirar entre lanzamientos. Fue ahí donde el silencio me enseñó más que cualquier récord.

Cuando fallé en mi decimoséptima pesca, no enojé: reí. Aprendí que la verdadera ganancia no está en el premio, sino en la calma del mar y la paz interior. La pesca no es juego, es meditación.