La Pesca Silenciosa

Dejé de pensar que pescar era cuestión de suerte—hasta que me senté solo en el balcón a las 2 a.m., viendo cómo las olas digitales no atrapaban nada real. Los algoritmos prometían recompensas, pero nunca respondieron por qué me sentía vacío. No porque los peces huyeron, sino porque yo dejé de perseguirlos. Mi madre cantaba espirituales en yoruba mientras arreglaba redes—y me decía: ‘El mar no recompensa el ruido. Recompensa la quietud.’ Así aprendí a presupuestar—no monedas, sino tiempo. En ‘Escudo de Pesca’, lo llamamos ‘RTP’: Regreso a la Presencia. No Regreso al Juego. No se trata de girar más rápido, sino de pausar hasta oír cómo el agua respira.