El Botón que Alza tu Alma

Todo empezó con un botón.

Recuerdo la primera vez que lo presioné: un ícono pequeño y brillante, en un juego que nadie tomaba en serio. Sin tutorial. Sin guía. Solo yo, en mi apartamento de Brooklyn a las 2 a.m., con audífonos puestos, viendo la pantalla pulsar como mareas oceánicas. La ‘Clave de Luz Estelar’ no desbloqueaba recompensas… desbloqueaba algo más profundo: la certeza silenciosa de que no jugaba para ganar, sino para sentir.

El mar no le importa si eres rico.

¿RTP? ¿RNG? Son solo números disfrazados de jerga. La verdadera magia vive en la pausa entre latidos: el momento en que tu corazón sincroniza con el ritmo de las olas y olvidas por qué empezaste. Mi madre me enseñó jazz: no se trata de perfección, sino de improvisación bajo presión. Por eso ‘Paradise Profundo’ siente como hogar: no porque pague, sino porque te deja respirar.

No necesitas estrategia.

Solía perseguir ‘triunfos gloriosos’ hasta que entendí: el verdadero trofeo nunca estuvo en pantalla. Estaba en los DMs de extraños que decían: ‘Igual aquí’. Una mujer compartió su historia de perderlo todo… y aún registrando cada noche. Fue entonces cuando supe: no diseño juegos para algoritmos.

Diseño juegos para almas.