El Arquitecto Silencioso de la Alegría

Solía pensar que pescar era cuestión de habilidad—hasta que me senté solo en un bote de madera al atardecer y comprendí que nunca se trataba del pez. Era el silencio entre lanzamientos. La luz danzaba sobre el agua como oraciones olvidadas. Las escamas plateadas titilaban—no como premios, sino como ecos de algo más profundo. Observé a los pescadores perseguir RTP y RNG como niños persiguiendo luciérnagas al anoch: buscan puntos, pero lo verdaderamente anhelan es la quietud. En este mundo, la ‘suerte’ no la lanza una máquina—se recuerda. Cada lanzamiento es un rito. Cada red tejida con salitre lleva un susurro—un secreto que solo las mentes serenas oyen. El océano no recompensa velocidad; recompensa presencia. He conocido mujeres de 28 a 38 años que vienen aquí no por trofeos, sino para sentir sus manos en la marea—to recordar cómo la quietud sostiene alegría. No quieren ser campeonas—quieren ser testigos.