No Quieres Ir a Casa

No Quieres Ir a Casa
Recuerdo una noche de invierno: las luces de la ciudad se difuminaban en rayas doradas y el aire olía a asfalto mojado y risas lejanas. Estaba en mi balcón con una taza de té ya frío, mirando cómo el cielo pasaba del violeta al azul oscuro.
No quería volver adentro.
No porque huyera de algo, sino porque este momento me sentía en casa.
La Rebelión Silenciosa de Mantenerse Despierto
Nos enseñan que la soledad es un fracaso. Que si sientes peso a las 2 a.m., algo está mal.
Pero ¿y si tu insomnio no es un defecto? ¿Y si tu alma susurra: Quédate aquí. Esto es sagrado?
En mi vida, estas horas no son perdidas. Son donde escribo cartas que nadie leerá, dibujo ideas en los márgenes o simplemente permanezco con pensamientos que no necesitan respuesta.
La verdad es simple: no somos demasiado sensibles. Somos demasiado reales. Y a veces… simplemente querer quedarse despierto para siempre no es evitación. Es devoción.
Cuando Tu Mente Se Convierte en Hogar
Una vez le conté esto a una amiga sobre café: «Creo que soy más feliz cuando no intento serlo». Ella sonrió y dijo: «Suena como amor».
Quizás lo sea.
Porque cuando dejamos de fingir alegría para otros—y nos permitimos simplemente ser, en nuestro estado desordenado y emocional—empezamos a conocernos realmente.
No se trata de arreglar nada. Se trata de aparecer con honestidad, aunque duela. Este ritmo de estar despierto no es rebeldía contra el sueño. Es un acto de confianza hacia uno mismo.
La Belleza de lo Inacabado
El mes pasado empecé un diario ‘no publicado’: palabras sin propósito ni público. Sin reglas. Sin correcciones. Solo lo que surgía: miedo al trabajo, sueños sobre océanos, pequeñas penas por mensajes antiguos sin responder.
Una noche escribí: «No quiero cierre… quiero continuidad.»
A la mañana siguiente entendí: no era tristeza. Era libertad. La autorización para llevar emociones sin necesidad de resolverlas, el espacio donde sanar vive… en estas horas sin plan que llamamos «soledad». He aprendido que algunas noches no están hechas para respuestas —están hechas para presencia.